Ahora que empieza el frío, el cambio al calor de la calefacción, los virus de los coles… nuestros peques se ponen malitos y nos encontramos, tras todo un verano sin incidentes que están pachuchos y que ponerles el termómetro se convierte en una odisea.
No sé si os ha pasado a vosotros con vuestros retoños, el caso es que el otro día un papá dejó un comentario desahogándose acerca de la reacción que le dio a su peque la vacuna del año (curiosamente es uno de mis entradas más leídas, Pichí no debió de ser la única a la que le cayó mal la vacuna) y me hizo recordar lo mal que lo pasaba Pichí con el tema termómetro.
El termómetro es un “objeto extraño” que los niños no ven nunca hasta que se ponen malitos, tienen mal cuerpo y están más mimosos de lo normal. Está frío, se lo metemos debajo de un brazo y encima les obligamos a permanecer quietos y con el brazo pegado, lo que faltaba. Los padres nos ponemos nerviosos y terminamos gritando o amenazando así que lo normal es que lo asocien con algo negativo y de ahí el cirio que nos montan las criaturas.
A día de hoy Pichí lo lleva bastante mejor. Ya no monta la rabieta tremenda de ponerse colorada y llorar casi hasta quedarse ronca con solo ver el termómetro, así que os cuento cómo lo hemos hecho y lo que nos ha servido.
* La primera vez que se puso mala y nos pilló de sorpresa debía tener 7 u 8 meses y lo que mejor nos sirvió fue distraerla. Entre su juguete preferido, los vídeos del móvil y sobre todo la teta conseguimos que, por lo menos, nos permitiese dejar el termómetro puesto un tiempo.
*Contar hasta diez. Los niños tienen una concepción del tiempo distinta a la nuestra, no entienden el concepto “30 segundos” o “un minuto” que es lo que dura el termómetro. Nosotros, con Pichí desde pequeñita siempre hemos contado hasta 10 por ejemplo para lavarse los dientes, para peinar… así sabemos que es una cantidad de tiempo que ella controla y muchas veces ya sólo con oír el tono del “uuunoooooo” ya se relaja y sabe que hay que llegar hasta el 10.
*Antes de ponérselo a ella le preguntamos si quiere ponérnoslo ella a nosotros. Hacemos toda la parafernalia de contar hasta diez tal y como se lo vamos a hacer a ella y le verbalizamos lo tranquilitos que estamos. Nosotros somos el referente para nuestros hijos y tenemos que darles el ejemplo. Si aún la vemos insegura se lo ponemos también a alguna muñeca.
*Algo que la mayoría no hace y que es vital para quitar el miedo a situaciones que no se dan a diario sino que tardan más tiempo en pasar es trabajarlas aunque no sean necesarias. Me explico: si nuestro niño tiene miedo al termómetro, aunque esté sano podemos jugar a ponérselo. Así no tenemos la preocupación y el estrés añadido de saber cuánta fiebre tiene el niño sino que podemos ponérselo con más calma, quitárselo un poco, volverlo a intentar…
*Incluirlo en la rutina de jugar. Para los niños todo es un juego y el hecho de repetir una conducta la convierte en predecible y saben lo que les puede pasar. Si jugamos todos los días a ponerles el termómetro a las muñecas el niño irá interiorizando la secuencia, lo que pasa primero y lo que pasa después, que no duele etc. Y lo podemos usar también de recordatorio cuando tengamos que afrontar la situación real, o sea, cuando nuestro peque esté malito.
*Ante todo paciencia. Comprender que es una situación en la que les bloqueamos y que no es cómoda para ellos es básico para no perder la tranquilidad y les podamos hablar siempre con voz suave.
Y por si nada de esto os funciona dicen que venden unos termómetros que se ponen en la frente en vez de la axila y en teoría son bastante rápidos. No puedo opinar porque nunca probé ninguno pero que sepáis que la opción está ahí.
Por desgracia, ponerles el termómetro es algo que hay que hacer y lo mejor es que aprendan cuanto antes que no pasa nada y que se relajen cuando toque hacerlo. De pequeña llego un punto en que yo creía que el termómetro curaba y en cuanto me sentía un poco mal pedía que me lo pusiesen para ponerme buena jeje.
Espero que os haya servido y contadme si ponéis en práctica algo de lo que os he contado. ¿Qué tal llevan vuestros peques que les pongáis el termómetro?