LO QUE CAMBIA UN PARQUE

Desde que se me acabó el contrato en el cole he podido dedicarme más exhaustivamente a investigar “el parque de entresemana”. Durante el invierno yo llevaba a Pichí a varios parques por las tardes sin saber muy bien qué nos íbamos a encontrar, lo mismo que nos pasa los fines de semana (aunque ahí procuramos hacer planes diferentes). El caso es que yo notaba que nos faltaba continuidad y dependía mucho cómo pasásemos la tarde de los niños que hubiese en el parque.

Si algo bueno tiene el paro es que podemos pasar más tiempo con nuestros hijos y ahora que hace buen tiempo y que no tenemos prisa ni horarios hemos encontrado nuestro parque ideal. De lunes a viernes, entre las 10:30 y las 12:30 allí nos encontraréis. Primero llega M. porque tiene alergia al sol y una abuela terremoto que la levanta a las 8:30 para aprovechar el día. Luego llega la mamá de M. e I. que siempre anima el cotarro porque I. es mayor y trae juegos de mayores para compartir con los peques. A. también suele llegar tempranito, con su cuidadora porque sus papás que van a trabajar y la dejan despierta pronto. A las 11:30 o así llegamos Pichí y yo y V., el príncipe del parque, que ahora viene con su abuelo porque su mamá ha encontrado trabajo este mes en un campamento. Y las 12 llega A., el peque del grupo con 11 meses. Y allí pasamos la mañana. Mientras charlamos de lo que sea, estamos pendientes de los niños, jugamos al corro de la patata, van picoteando todos del tentempié de todos y los niños hacen sus cosas de niños.

Y oye, que se me pasa volando la mañana. Y mira que somos todos diferentes, hay bimadres, trimadres, cuidadoras, abuelos, abuelas… y los niños también son distintos, los hay de 11 meses, año y medio, 3 años, 7, a veces vienen niños nuevos… pero en lo que coincidimos los adultos es en nuestra ACTITUD. Todos respetamos a los niños, les ayudamos, les animamos a compartir y a jugar juntos y, desde luego, estamos pendientes de nuestros niños.

He ido a ese mismo parque, con sus mismos columpios, con su misma valla de colores, con sus mismos árboles y me he tenido que volver agotada y de mal humor porque la actitud de los adultos no casaba nada con la mía. He sufrido por ver a chavales de 10 años correr como ñus en estampida entre niños que solo gatean. Me he agobiado por ver que niñas de 5 años juegan con Pichí como si fuese un bebé a cogerla, a montarla en columpios altos sin mi permiso, a llevársela fuera del parque. Me he cabreado con niños que ven que Pichí corre tras ellos porque tienen una pelota y no dejarla jugar, ponerle la pelota en la cara varias veces para luego quitársela o incluso darle un tortazo en la espalda por las buenas sin venir a cuento.

Todos estos niños tenían algo en común: sus padres no estaban pendientes. Es más, ni si quiera estaban dentro del recinto del parque. Nunca oí a ningún padre ni madre decirle a ese niño: anda, cariño juega con la nena que quiere jugar contigo a la pelota o a un cuidador decirle a esa niña: deja andar a la nena solita que os podéis caer y ella es muy pequeña. No. Es más, nunca llegué a ponerles cara porque nunca aparecieron. Y yo dejo espacio a mi hija y no voy detrás como mamá pato, pero entiendo que cuando se trata de su seguridad o la de otros niños y las normas de convivencia mi obligación es mediar.

En fin, lo que decía en el título, lo que cambia un parque dependiendo de la gente que esté dentro.

¿Y vosotros? ¿Qué tal vuestra experiencia en los parques?

FIN DE MI CONCILIACIÓN LABORAL

Hasta aquí hemos llegado, al menos por este curso.

Como sabéis los que me leéis no ha sido un año fácil en cuanto al trabajo se refiere. Cuando pedí una plaza en el cole en el que llevaba trabajando un montón de tiempo en septiembre no me la dieron y creí seriamente que me tocaría quedarme en paro. Al final, con mi sensación interna de que me la estaban dando a regañadientes al final me dieron otra del mismo tipo.

Han pasado muchas cosas a lo largo de este curso. Empecé trabajando dos horas cuando Pichí tenía diez meses. Han ido saliendo más plazas con algunas horillas y que me ha apetecido hacer porque me he visto preparada para dejar a Pichí más tiempo con Alma de Suegri pero que no me han dado porque tenían nombre y apellidos de un enchufado del chachigrupi de la directora. Hasta 3 veces me ha pasado. Algunas de mis compañeras se han quejado, se han movilizado y han dicho alto y claro que se me tenía que dar una plaza de mejor calidad. Hace un mes me ofrecieron una plaza complementaria a mi horario en la actividad menos agradecida de todas y la que nadie quiere ir y sólo para un mes. Les dije que no porque me parecía que me estaban tomando el pelo y es que pretendían que pareciese que me estaban haciendo un favor cuando en realidad no había nadie que quisiese hacer ese trabajo. Pues mira, una es tonta, pero no tanto.

El cole se acabó ayer y yo me voy con un sabor agridulce. Éste ha sido el curso del desengaño, en el que he sentido que de repente ya no sabía trabajar porque me había quedado embarazada. La cúpula del cole me ha bajado de mi nube de piruleta para darme el bofetón de realidad en la cara de que nadie es imprescindible y mucho menos una mujer en edad fértil y con un bebé a su cargo. Menos mal que esta cúpula de la que os hablo son madres las cuatro. Cuánta empatía, sí señor.

Pero me quedo con lo bueno. Me quedo con que la tutora de mis chicos, cuando se enteró de que en octubre me reincorporaba a trabajar dijo que “se pedía” trabajar conmigo, que me quería para apoyarla con los chavales. Me quedo con ella y con el resto de profes de mi nivel que han confiado en mis criterios de intervención y que me han pedido opinión como si fuese una más. Me quedo con la mamá de A, una mujer dulce y muy insegura que sólo quiere lo mejor para su hijo y que ha depositado en mí toda su confianza y me ha valorado un montón como profesional. Me quedo con mis 3 compi-amigas que son lo mejor que hay en ese cole y que siempre están ahí para que me desahogue con ellas. Y, por supuesto, me quedo con mis niños, con ellos que no entienden de currículums, de status ni de chachigrupos, que me han regalado achuchones de esos que sólo te pueden dar estos niños y a los que si no veo el año que viene espero que les vaya precioso porque se merecen ser felices, más que nadie.

Cerramos etapa aunque lo digo con la boca pequeña porque en septiembre lo volveré a intentar a ver si me lo ponen un poco menos difícil. ¿Qué tal han sido vuestras reincorporaciones al trabajo después de la maternidad? ¿Tenéis reciente un cierre de etapa?

LA NO CONCILIACIÓN

Hago un paréntesis en mi serie de entradas de presentación porque está siendo una semana muy dura y necesito denunciar. Denunciar que he trabajado durante seis años en el mismo colegio concertado específico de autismo en el que hice mis prácticas de Psicología y no me han dejado volver porque no tenía un contrato fijo y he tenido un bebé.

Mi trabajo me encanta. Y eso que es duro. Hay chavales con graves problemas de conducta que como tengan el día cruzado te dan un tirón de pelos o un buen guantazo como te descuides. Pero es lo más gratificante del mundo enseñarles a comunicarse, a que sean autónomos, a que te digan lo que quieren, a que les interese interactuar contigo…

He tenido plazas con distinta duración (jornada completa, parcial, parcial de tres horas al día con un descanso de dos horas entre medias…). Todos los junios me echaban a la calle sin saber si en septiembre me cogerían. Y todos me han cogido. Me hice un esguince y falté un mes por estar de baja y me volvieron a coger. Hace dos cursos me quedé embarazada y allí te dan la baja desde que tienes el predictor en la mano por el riesgo que implica el trabajo. No he dado ningún problema nunca. Me he pasado a saludar estando embarazada, me he pasado varias veces a presentar a Pichí, les he dejado muy claro que quería volver en la plaza más pequeñita que hay (la de dos horas). El último día fue a principios de septiembre. Fui a llevar una carta de petición de plaza. Salían cinco vacantes. Saludé a todo el mundo.

Y no me han cogido. Y ni si quiera me han llamado para decírmelo. Después de seis años trabajando. Me imagino cómo ha sido esa reunión, (de esas cuatro mujeres, las cuatro con hijos y con tres de ellas hablé cuando fui a dar mi soicitud) y me hierve la sangre. “No, a Alma de Mami no, que tiene un bebé y si queremos que venga a las piscinas de estrangis no va a poder. Vamos a coger a los de siempre y a un par nuevos de las prácticas del año pasado.”. Y ya.

Me queda un sabor muy amargo. Soy buena en mi trabajo y encima me encanta. Ahora tengo que buscar opciones. Me da miedo pensar que no voy a poder trabajar en lo mío el resto de mi vida. Y procuro pensar en el lado bueno, en que no voy a tener que pedir a nadie que cuide a Pichí si no quiere, en que puedo disfrutar de mi niña un poquito más y en que si hasta aquí hemos llegado por algo será. Pero aún así me siento mal.

Un tirón de orejas de mi parte para los empresarios que sólo nos ven como números y a la gente que te pone buena cara y luego por detrás te clavan la puñalada más rastrera sin pestañear.

¿Sois de las que habéis podido conciliar u os quedasteis por el camino?