SELLO DE CALIDAD CALENDUFLORBABY TOALLITAS Y CREMA DE PAÑAL

Gracias a Madresfera y a los laboratorios DHU hemos podido probar en el culete de Pichí tanto las toallitas de CalenduflorBaby como la cremita de pañal ambas dentro de la línea Mama Natura.

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Lo cierto es que no conocía estos laboratorios ni esta marca porque en casa en este tema somos un poco “sota, caballo y rey”, quiero decir, que Pichí, por suerte, no ha tenido muchas irritaciones y lo poquito que hemos probado nos ha ido bien. Aún así, me animé a participar en el sello de calidad por el interés que me suscita el tema de probar productos más naturales para nuestros hijos y más ahora que queda menos de un mes para que nazca “La Nueva”.

Tanto las toallitas como la crema para el pañal son productos aptos para el cuidado diario de la piel del bebé a base de extracto de caléndula, una flor que protege y regenera la piel de la manera más natural.

Desde Madresfera y Calenduflor nos han pedido que evaluemos del 1 al 5 en función de nuestra satisfacción  cuatro criterios:

*TEXTURA:5.  La textura de las toallitas es super suave cosa que el culete de nuestros niños obviamente siempre van a agradecer. Además van bastante húmedas, cosa que a mí, personalmente me gusta para usar las justas y necesarias y no perjudicar en exceso el medio ambiente. La textura de la crema para el pañal también me ha parecido perfecta (otro 5) es ligerita y no muy pastosa pero de las que da la sensación que hidrata bastante aunque esto, al final, es cuestión de gustos.

*OLOR: 5. Sin duda es lo que más me ha gustado. No soy de las mamás a las que les enloquece el típico olor a “Nenuco” sino que prefiero olores más sutiles y que a mí me parecen más amables y naturales. En este caso tanto la crema como especialmente las toallitas huelen a caléndula sin ser demasiado exagerado. Me ha encantado.

*CALIDAD: 5. En función de lo que hemos probado ambas cumplen su función a la perfección. Como he dicho las toallitas vienen bien húmedas cosa que para mí es una ventaja, porque con las de marca blanca estoy acostumbrada a tener que poner el envase bocaabajo para empapar las primeras. En este caso no hace falta y además el envase cierra bastante bien y no es rígido con lo que puede llevarse en el bolso. En cuanto a la cremita, igualmente le damos un 5 porque en estos días de calor hemos podido comprobar cómo a Pichí le ha aliviado un montón las irritaciones que le han salido por el roce del pañal. Con un par de aplicaciones su piel ha mejorado un montón y le han desaparecido los granitos que tenía.

*En COMPOSICIÓN a las toallitas les doy un 3. Partamos de que tengo muchísima menos idea de lo que me gustaría de estas cosas pero lo que menos me ha gustado de las toallitas y más me ha llamado la atención al ser una marca tan orientada a los bebés es que contienen Phenoxyethanol. Si se busca en internet (cosa a la que me animé al ver que llevan caléndula y quería ver qué más ingredientes naturales llevaban) se ve que es un componente que no deberían llevar las toallitas de los menores de 3 años. Al pasar tantos controles de calidad supongo que será en un porcentaje super pequeño pero desde aquí estaría bien sugerir a la marca que traten de eliminarlo de los componentes de las toallitas (desde toda mi humildad e ignorancia lo comento). He de aclarar que la crema para el pañal no lo lleva así que subiría la puntuación a 4. Y el punto positivo de las toallitas es que no llevan parabenos ni están blanqueadas con cloro así que, en ese sentido fenomenal.

¿Conocíais la marca Calenduflor? ¿Qué tal la experiencia?

SÍNTOMAS SEMANA 20 DE EMBARAZO: YA SABEMOS EL SEXO DEL BEBÉ!

Entre pitos y flautas con todo lo que se me ha ido acumulando para contaros apenas he podido describir qué tal va siendo este segundo embarazo.

En resumen ¡fenomenal! Salvando las náuseas entre la semana 6 y la 13 que me daban a partir de las 7 de  la tarde y pufff. Todo el rato con una cara de asco tremenda y con mal cuerpo hasta que me iba a la cama. Por suerte, de pronto, un día de la semana 13 noté que me encontraba bastante mejor y, en ese sentido, desde entonces como nueva.

Eso sí, mi gran enemigo este embarazo está siendo el insomnio.  ¡Yo! Que nunca he tenido problemas para dormir, que caigo (o caía) como una marmota hasta la mañana siguiente incluso con Pichí recién nacida pasándole por encima al mito ese de que ser madre te hace dormir con un ojo medio abierto para oír a tu bebé. Pues yo no, hasta que me he quedado embarazada por segunda vez.  Me acuesto super tarde, entre la 1 y media y las 2 porque si no al levantarme a hacer pis por la noche a eso de las 5, las 6 o las 7 me desvelo y ya no hay manera de coger el sueño. Qué desesperación. Ahora hago menos pis por la noche pero hasta la semana 16 o así me tiraba una hora o más para volver a coger el sueño cada vez que me levantaba… ufff.

Otro de los síntomas que me está trayendo de cabeza este embarazo es el estreñimiento. Otra cosa para la que nunca he tenido problema, ni si quiera en el embarazo de Pichí y ahora me está fastidiando bastante, la verdad. Le hice caso a la matrona y en vez de desayunar sólo un kiwi desayuno dos, juntos y parece que algo me está funcionando. El siguiente paso que me recomendó, a parte de beber mucha agua, fue tomar semillas de lino en un lácteo así que si me veo muy apurada lo probaré a ver qué pasa.

Por lo demás ni me entero. Empecé a notar al bebé en la semana 19 pero de una manera rara, distinta a Pichí que empezó siendo como burbujitas. Con éste era como si le notase moverse entero y además sólo estando tumbada en la cama. Ahora le noto pero como por dentro, dándome patadas hacia el culete o algo así no sé si me explico. El caso es que en la eco de la semana 20 me dijeron que tengo la placenta anterior que aunque es totalmente normal puede estar relacionado con sentir menos al bebé porque la placenta se interpone entre la barriga de la mamá y el niño. Eso sí, de cara al parto me han dicho que cero problemas así que contenta.

Y ya para acabar la actualización de mi estado os informo de que el nuevo bebé va a ser:

¡¡¡¡UNA NIÑA!!!!

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22 semanitas de barriga

Así que hermanita para Pichí (que a mí era lo que me apetecía, la verdad) y a heredar ropita jeje. Costó que se dejase ver pero al final lo hemos conseguido y espero, prontito poder ver a mis dos niñas jugar juntitas.

¿En qué semana os enterasteis del sexo del bebé? ¿Habéis tenido placenta anterior? ¡¡Contadme, contadme!!

SELLO DE CALIDAD: HERO BABY SOLO

Gracias a Madresfera y a Hero hemos podido probar los nuevos tarritos de fruta HERO BABY SOLO (de plátano, de manzana verde, de pera y manzana y de pera, plátano y zanahoria).

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Cuando nuestros peques se inician en la alimentación complementaria, al menos en nuestro caso, se cierne sobre nuestras cabezas la preocupación por lo que comen, que sea lo más sano y natural posible. En nuestra experiencia, que tenemos tiempo, procuramos hacerle puré casero, congelarlo e irlo sacando según lo necesitábamos. Eso sí, a la hora de salir fuera a merendar, de vacaciones etc. se nos planteó la duda de cómo hacerlo ya que nosotros no hemos practicado BLW. Y así, en estos momentos recurrimos a los potitos.

La marca HERO es de las de toda la vida, de las que da confianza y los nuevos tarritos de HERO BABY SOLO están elaborados únicamente con fruta, sin ningún añadido extraño y lo que es más FRUTA ECOLÓGICA. ¡Olé! Cuando tuvimos que buscar potitos para Pichí me volví loca leyendo etiquetas y en la mayoría encontraba ingredientes que no sonaban muy naturales o frutas que aún no podía tomar. Os dejo la foto de la etiqueta para que lo leáis vosotras mismas.

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En casa ya los hemos probado todos. Están indicados a partir de los 4 meses del bebé. Conozco muchos casos de mamás que se incorporan al trabajo tras las 16 semanas de baja y sus peques no aceptan el biberón así que lo que salva a los peques es tomar un poquito de fruta el tiempo que están al cuidado de otros. Estos tarritos de HERO BABY SOLO son una gran opción porque sabes que tu peque está tomando lo mejor de lo mejor en tu ausencia. Además traen 120 gr lo cual para niños más mayores como Pichí que tiene ya dos años se queda corto y tenemos que combinarlo con otra cosa pero para los más peques es la cantidad perfecta para no tirar nada y no agobiarse porque “ha comido poco”.

El sabor que más nos ha gustado es el de plátano. Recuerdo oler otros potitos y tratar de adivinar qué narices llevaba (había muchos que me olían a melocotón y se supone que es una fruta alérgena que habría que ofrecer más tarde al niño). Los HERO BABY SOLO son lo que son. Sabores claros, suaves, dulces o un poco más ácidos. A mí personalmente me encanta la opción de que sean sólo de una fruta (el de plátano y el de manzana). A Pichí nunca le hemos mezclado la fruta ya que, si nosotros no la tomamos mezclada, ¿por qué a ellos así? Prefiero que discrimine los sabores de uno en uno.

Como nos ha pedido Madresfera pasamos a puntuar del 1 al 5:

*Sabor: 5. Sabores naturales, tal cual los haríamos en casa. Como he dicho,

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por mi parte, punto a favor de que los hagan sólo de un sabor y no mezclando varias frutas.

*Textura: 5. Es más bien espesita así que es más difícil derramarlos que si fuesen más líquidos pero a la vez es suave.

*Cantidad de producto:4. A niños mayorcitos los 120 gramos se les pueden quedar cortos, pero para los más peques me parece la cantidad perfecta. Quizá plantearse un tamaño más grande para nenes más mayores sería una buena opción.

*Variedad de sabores: 3. Cuando empezamos con la alimentación complementaria de Pichí mi obsesión era que no se estriñera. Para mi gusto faltan sabores de frutas menos astringentes como la naranja, la pera, ciruela…

Gracias a Madresfera y a Hero por dejarnos probar sus nuevos tarritos. ¿Y vosotros, qué tal la experiencia con los potitos?

CÓMO QUITAR EL MIEDO AL TERMÓMETRO

Ahora que empieza el frío, el cambio al calor de la calefacción, los virus de los coles… nuestros peques se ponen malitos y nos encontramos, tras todo un verano sin incidentes que están pachuchos y que ponerles el termómetro se convierte en una odisea.

No sé si os ha pasado a vosotros con vuestros retoños, el caso es que el otro día un papá dejó un comentario desahogándose acerca de la reacción que le dio a su peque la vacuna del año (curiosamente es uno de mis entradas más leídas, Pichí no debió de ser la única a la que le cayó mal la vacuna) y me hizo recordar lo mal que lo pasaba Pichí con el tema termómetro.

El termómetro es un “objeto extraño” que los niños no ven nunca hasta que se ponen malitos, tienen mal cuerpo y están más mimosos de lo normal. Está frío, se lo metemos debajo de un brazo y encima les obligamos a permanecer quietos y con el brazo pegado, lo que faltaba. Los padres nos ponemos nerviosos y terminamos gritando o amenazando así que lo normal es que lo asocien con algo negativo y de ahí el cirio que nos montan las criaturas.

A día de hoy Pichí lo lleva bastante mejor. Ya no monta la rabieta tremenda de ponerse colorada y llorar casi hasta quedarse ronca con solo ver el termómetro, así que os cuento cómo lo hemos hecho y lo que nos ha servido.

* La primera vez que se puso mala y nos pilló de sorpresa debía tener 7 u 8 meses y lo que mejor nos sirvió fue distraerla. Entre su juguete preferido, los vídeos del móvil y sobre todo la teta conseguimos que, por lo menos, nos permitiese dejar el termómetro puesto un tiempo.

*Contar hasta diez. Los niños tienen una concepción del tiempo distinta a la nuestra, no entienden el concepto “30 segundos” o “un minuto” que es lo que dura el termómetro. Nosotros, con Pichí desde pequeñita siempre hemos contado hasta 10 por ejemplo para lavarse los dientes, para peinar… así sabemos que es una cantidad de tiempo que ella controla y muchas veces ya sólo con oír el tono del “uuunoooooo” ya se relaja y sabe que hay que llegar hasta el 10.

*Antes de ponérselo a ella le preguntamos si quiere ponérnoslo ella a nosotros. Hacemos toda la parafernalia de contar hasta diez tal y como se lo vamos a hacer a ella y le verbalizamos lo tranquilitos que estamos. Nosotros somos el referente para nuestros hijos y tenemos que darles el ejemplo. Si aún la vemos insegura se lo ponemos también a alguna muñeca.

*Algo que la mayoría no hace y que es vital para quitar el miedo a situaciones que no se dan a diario sino que tardan más tiempo en pasar es trabajarlas aunque no sean necesarias. Me explico: si nuestro niño tiene miedo al termómetro, aunque esté sano podemos jugar a ponérselo. Así no tenemos la preocupación y el estrés añadido de saber cuánta fiebre tiene el niño sino que podemos ponérselo con más calma, quitárselo un poco, volverlo a intentar…

*Incluirlo en la rutina de jugar. Para los niños todo es un juego y el hecho de repetir una conducta la convierte en predecible y saben lo que les puede pasar. Si jugamos todos los días a ponerles el termómetro a las muñecas el niño irá interiorizando la secuencia, lo que pasa primero y lo que pasa después, que no duele etc. Y lo podemos usar también de recordatorio cuando tengamos que afrontar la situación real, o sea, cuando nuestro peque esté malito.

*Ante todo paciencia. Comprender que es una situación en la que les bloqueamos y que no es cómoda para ellos es básico para no perder la tranquilidad y les podamos hablar siempre con voz suave.

Y por si nada de esto os funciona dicen que venden unos termómetros que se ponen en la frente en vez de la axila y en teoría son bastante rápidos. No puedo opinar porque nunca probé ninguno pero que sepáis que la opción está ahí.

Por desgracia, ponerles el termómetro es algo que hay que hacer y lo mejor es que aprendan cuanto antes que no pasa nada y que se relajen cuando toque hacerlo. De pequeña llego un punto en que yo creía que el termómetro curaba y en cuanto me sentía un poco mal pedía que me lo pusiesen para ponerme buena jeje.

Espero que os haya servido y contadme si ponéis en práctica algo de lo que os he contado. ¿Qué tal llevan vuestros peques que les pongáis el termómetro?

LA EVOLUCIÓN DE MIS DUCHAS DESDE QUE ME CONVERTÍ EN MAMÁ

Esta semana casi no llego con la entrada y es que disfrutamos del puente hasta el último día y justo, a última hora del martes Pichí se puso a vomitar como si no hubiese un mañana, suponemos que por el atracón de guarrerías que se pegó ese día que fuimos de excursión al zoo (a partir de ahora les tengo declarada la guerra a los gusanitos naranjas puaaajjj).

Como ya está mejorcilla, mientras duerme la siesta, me apaño para contaros algo que me resulta de mucha curiosidad cuando hablo con otras madres de cómo nos ha cambiado esto de tener hijos y es cómo se organizan para ducharse cuando hay un bebé en la casa.

En lo que todas coincidimos es en que el tiempo de la ducha se reduce hasta límites insospechados : ¿quién dijo que para lavarse el pelo se necesitasen como mínimo 5 minutos? Tú, que eres madre, habrás descubierto tu habilidad para sacarle brillo a la cabellera en 30 segundos, ¿me equivoco?. Total, que el momento relajante del día se convierte en general, en una carrera a contrarreloj que pasa a durar cinco minutos desde que se pone un pie en el baño hasta que se está fuera a medio vestir ya con el niño en brazos.

Qué estrés de vida, madre mía. Lo bueno, madres del mundo, es que los pequeños crecen y aquello que parece no tener fin cuando son bebés pasa rápido, muy rápido y, en este sentido es positivo porque antes de que os deis cuenta podréis hasta echaros suavizante una vez a la semana ( síiiiiiiii). Así que, que no cunda el pánico.

He hablado con mamás que se bañan con sus bebés, a Alma de Papi le encanta hacerlo pero yo reconozco que para mí, cuando tengo que irme a trabajar y voy con la hora pillada es más engorro que otra cosa así que prefiero apañarme solita y entretener a Pichí con cosas varias.

Aquí va, la evolución de mi ducha y del modo de entretener a Pichí.

*De 0 a 3 meses: Esperaba a que Alma de Papi estuviese en casa para ducharme. A veces puede ser un poco engorroso pero yo necesitaba ducharme tranquila, en el sentido de saber que alguien estaba pendiente de Pichí. Eran duchas ultra cortas y en cualquier hueco del día en el que veía mi oportunidad pero bueno, yo preferí hacerlo así.

*De 3 a 7 meses: Ponía a Pichí en la hamaca dentro del cuarto de baño y le daba algún juguetillo para que se entretuviese. Duchas en las que entraba en juego la cortina a medio cerrar, el ir asomándome cada dos por tres para entretener a Pichí y supervisarla…

*De 8 a 13 meses: Cuando Pichí empezó a levantar sus lindas piernecitas por encima del arnés de seguridad de la hamaca y bajarse de ella como una serpientilla monísima pero un poco kamikace, decidí ponerla en la trona. Sí, recorría el laaaargo pasillo de mi casa con el armatoste de trona que tenemos (de estas que se desmontan y se convierten en mesa y silla) y la metía en nuestro minibaño todavía no sé cómo. Bueno, sí, dejando la puerta abierta, la trona a medio meter… ¡¡Aysss qué frío he pasado en mis duchas desde que soy madre!! Además llevaba conmigo unos cuantos juguetes porque Pichí encontraba mucho entretenimiento en ir tirándolos desde lo alto.

*De 13 a 15 meses: Pichí empezó a andar sobre los 13-14 meses y claro, intentaba salirse de la trona, protestaba un montón, así que opté por dejarla en el suelo, con muuuchos juguetes e ir vigilándola cada dos por tres. Sin duda, la fase más estresante. Todavía andaba como un patito mareado, se apoyaba en el inodoro se caía… probar a ducharos teniendo que sacar la cabeza cada tres segundos: es poco productivo. E, insisto, se pasa frío.

*De 16 meses a la actualidad: (canto gregoriano de fondo aaaaaaah) Puedo decir casi casi que me ducho más tranquilamente. Le dejo a Pichí unos cuantos cuentos o ella se entretiene sacándome los botes del mueble bajo del baño, de vez en cuando ella se asoma para ver si sigo ahí para que hablemos sobre las partes del cuerpo, para beber agua del grifo… y yo cuando quiero saber cómo está no me tengo que asomar todo el rato sino que le pregunto: Pichí, ¿cómo estás? Y ella me dice en su dulce vocecilla: bieeeen… y yo a veces, hasta me animo a darme suavizante.

¿Ha cambiado mucho vuestro momento ducha desde que sois padres? ¿Cuáles han sido vuestras estrategias para ducharos con vuestros hijos?

CUANDO EL CUERPO TE PIDE TENER UN HIJO

Últimamente recuerdo mucho una conversación que tuve con una mamá de un niño con el que trabajé que me contaba que cuando su hija tenía dos años el cuerpo le pedía tener otro. Una vez que se quedó embarazada de nuevo y tuvo a su hijo pequeño dice que, de pronto, esa necesidad vital que había sentido desapareció y cuando veía un bebé ya no moría de amor sino que le parecía muy mono pero poco más.

Yo no lo describiría mejor: necesidad vital. De un tiempo a esta parte (desde los 15 o 16 meses de Pichí) me descubro a mí misma planificando, dándole vueltas a la cabeza, leyendo e interesándome de nuevo por cosas de recién nacidos y perdiendo mis pensamientos cuando veo a mujeres embarazadas con otro niño de la mano.

Siento esos nervios por la aventura nueva que esperamos poder emprender y a la vez me aterran millones de miedos: si las cosas en el trabajo de Alma de Papi saldrán bien (estamos en un momento de decisiones importantes, de cuando crisis es sinónimo de oportunidad pero el cambio da vértigo y no depende al 100×100 de uno mismo), si me quedaré embarazada a la primera, si me cuadrará con el trabajo para cobrar la baja, si no se nos juntará con el inicio del cole de Pichí, si todo irá bien, si Pichí no abandonará la lactancia al disminuir la producción de leche durante el embarazo, si tendré un parto tan bueno como el de Pichí, si los familiares se lo tomarán bien, si podré hacerme cargo de los dos a la vez, si Pichí sufrirá mucho…

Muchas veces pienso lo fácil que sería todo si pudiésemos mirar por un agujerito aunque fuesen sólo dos segundos de aquí a diez años, por ejemplo. Me relajaría mucho verme establecida y contenta con Alma de Papi, con nuestros tres niños (que es mi gran sueño) y saber que las cosas nos han salido bien. Aunque reconozco que algo de encanto le quitaría al asunto pero es que la incertidumbre y yo no nos llevamos muy bien.

Sé que estoy al inicio del camino y poquito a poco iremos dando pasitos. De momento estoy en ese punto en el que los embarazos de los demás te ponen los dientes largos, en el que con los recién nacidos se te cae la baba como nunca y en el que vuelvo a llorar como una magdalena con vídeos relacionados con bebés, partos y la maravillosa aventura de ser padres.

Y es que es superior a mis fuerzas. No sé si es el reloj biológico, las hormonas, el ciclo de la vida o yo qué sé pero si pienso en que no pudiese ser, siento un vacío en el pecho que me aprisiona el corazón y me deja sin aire.

Definitivamente, estoy en ese punto en el que tengo la necesidad vital de tener otro hijo.

¿Y vosotras? ¿Habéis pasado por ese momento de sentir que tener un hijo es realmente necesario para vuestra vida?

LA SUEGRA, LA NUERA Y EL CAMBIADOR

Pues sí, por el título parece una novela corta, pero novela, oye, con su inicio, su nudo y su desenlace. Quién me iba a decir a mí que un cambiador iba a dar para tanto.

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Y es que, como supongo que habréis adivinado en esta historia, la nuera soy yo, claro. Una muchacha de 30 añitos recién cumplidos, que no se mete con nadie, a la que le gusta vivir y dejar vivir (Hakuna Matata total) y que oye, para algunas cosas puedo ser tímida/ paradita o lo que quieras pero en esto de la maternidad me considero espabiladilla o, al menos, tengo claras mis ideas, las aplico y creo que no se me da mal.

Y luego está la suegra de la historia. Alma de Suegri, más conocida por aquí. Que conste que yo sé que nos quiere mucho y que quiere lo mejor para nosotros, pero, como en todo, hay formas y formas. El pequeño defectillo que tiene es que lo que ella piensa va a misa e insiste, e insiste, e insiste, e insiste (¿he dicho que insiste?) hasta que haces lo que ella quiere o le dices que alguien más ducho en la materia que tú (la nuera, o el hijo, que no sabéis nada de nada) te ha dado la razón (el médico en cuestiones de salud, la profesora en cuestiones de colegio o el Papa Santo de Roma en cuestiones de religión, por poner ejemplos).  Y entonces ahí dice su gran frase: “ah, entonces si os han dicho eso, me callo”. Ya, ya.

Lo malo es cuando se trata de diferencias de opinión, de estilos de crianza o de costumbre o rutinas sin más, que claro, ahí cada uno hace lo que le es más cómodo, o lo que le ha visto hacer a otros y, sobre todo, lo que le funciona.

Ejemplo práctico: aquí entra en juego el cambiador. El típico cambiador de plastiquete que llevamos todos en el bolso del carrito del crío para no ponerle directamente sobre cualquier superficie extraña y, en caso de que se eche un pisete éste no lo empape todo.

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Manneken Pis

A mí me parecía de cajón poner a Pichí sobre el plástico interior del cambiador. Es plástico así que en caso de que haya alguna fuga no cala nada y se limpia con una toallita. A efectos prácticos se nos dio el caso una vez (Pichí es más de mearse cuando la vas a meter en el agua limpia de la bañera, así, desde arriba en plan Mannenken Pis) en primera persona y otra vez con una amiga que tenía el mismo cambiador que nosotros, que puso a su hijo sobre la parte del plástico, el niño se hizo pis, se limpió con la toallita y aquí pis y después gloria.

Aysss y aquí entra la suegra. Que qué haces poniendo ahí a la criatura, que eso es plástico y está helado, que pobrecita, que qué horror, que se le van a helar los riñones, que qué desagradable, que eso se pone al revés… yo, con un hilo de voz le digo que no, que se pone del lado del plástico porque si no la tela absorbería todo el pis y no tenía sentido…

Y así llevamos casi 17 meses. Nosotros usándolo por el lado del plástico y la abuelita de la criatura poniéndolo al revés y echándonos una mega charla cada vez que nos ve poner a la niña sobre el frío y helador plástico (porque una cuando cree que tiene razón va hasta el final con todas las consecuencias). Y tampoco hay ningún médico/profesor/santo apóstol que pueda darnos solución a este problema.

Después de la novela de la nuera, la suegra y el cambiador… ¿cómo usáis vosotros este instrumento del demonio? (Posicionamientos aparte, ¿ eh??? 🙂 )

 

 

EL LENGUAJE DE SIGNOS Y LOS BEBÉS

Últimamente he visto en varios sitios que ofrecen dar cursos para los papás para enseñar lenguaje de signos a los bebés.
Por mi trabajo, como la mitad de los niños con autismo no tienen lenguaje ( y en los que casos en los que aparece no suele ser funcional, es decir, son repeticiones sin querer comunicar algo realmente) usamos comunicación con imágenes (fotos o dibujos) y, por supuesto, también los signos. Así que, obviamente, el tema me llama la atención.

En esta casa somos muy fans de Baby Einstein porque a Pichí le enganchó bastante desde los 4 meses o así y hay un capítulo en el que apoyan el vocabulario con signos (eso sí de los americanos que no todos coinciden con el lenguaje de signos español). Total, entre eso y el oír que les enseñan a los niños lenguaje de signos… ¡pues a probar! Que los conocimientos los tengo, jeje.

Y es curioso porque Pichí, a sus 16 meses, aprende rápido. Estamos en una fase de amor incondicional a los cuentos (hemos descubierto la biblioteca infantil, que ya os contaré). Y también estamos en una fase en la que suelta tremendos discursos diciendo :”totototototo???? “tututututuuuu?” así, como preguntando. Es un poquito frustrante porque no terminamos de entendernos pero el otro día se me ocurrió enseñarle el signo de cuento para que los pidiese. ¡Y Bingo! Imitó el gesto a la perfección y tras varias repeticiones asociándole la palabra “cuento” al signo ha tenido varios momentos de signar al oír la palabra. Probablemente dentro de poquito la signará espontáneamente para pedir un cuento.

Los cursos que ofrecen y lo que yo os he contado al final es un aprendizaje un poco “artificial” en el sentido de que le enseñamos algo concreto como es el signo y que el niño no expresa por sí mismo sin enseñanza por nuestra parte. Sin embargo, los niños, cuando están empezando a hablar primero se comunican así, con gestos “de su propia cosecha”. Como anécdota os diré que el otro día Pichí me señalaba el montón de cuentos que tiene y le di uno de Pocoyó, pensando que era el que quería. Ella me lo apartó e hizo el gesto de “cucú tras”. Se refería a uno de solapas con el que jugamos a ese juego. Hizo la asociación ella solita y yo la entendí perfectamente. Quiero decir que el comunicarse gestualmente es algo innato en los niños que todavía no manejan el lenguaje y, enseñándoles signos podemos potenciar esa comunicación.

Como apunte también os comento que los signos, tanto en autismo como en niños con desarrollo normal son una manera de comunicación que complementará al lenguaje. NUNCA lo sustituirá, es decir: no por usar signos nuestros hijos no van a hablar nunca. Si tienen la capacidad de hablar (que si no tienen trastornos asociados lo suyo es que la tengan) hablarán. Si les enseñamos signos no retrasará ni entorpecerá la aparición del habla. Probablemente, todo lo contrario ya que es una manera de comunicarse con los adultos y de entender la influencia que tienen ellos mismos en el entorno demandando sus deseos.

¿Habías oído hablar del lenguaje de signos para bebés? ¿Cómo os comunicabais con ellos cuando aún no hablaban?

OJALÁ NO CREZCAS NUNCA

¿Quién de nosotras, mirando a nuestros dulces y sonrosadetes bebés no ha pensado esto alguna vez? Ojalá no crezcas, ojalá te quedes siempre con tu mami dándole esos abrazotes que tanto le gustan, ojalá dependieses siempre de mí…

Desde luego que no nace nunca del deseo real de que no crezcan, de que se queden estancados, de que siempre dependan de nosotras, sino de la felicidad de esos momentos que nos dan y que nos encantaría poder congelar, guardar en un tarrito de cristal y poderla saborear siempre que quisiésemos.

Aún así, en mi opinión, el valor de esos momentos que pasamos con nuestros bebés, reside precisamente en eso, en que es efímero, en que es un ser en constante crecimiento que un día se convertirá en una persona independiente como nosotros lo somos ahora. Y ése es el milagro que son nuestros hijos.

Quizá le dé demasiadas vueltas. Quizá mi cerebro sea extremadamente sensible a esa frase y hace que se me ponga la piel de gallina cada vez que la oigo. Y es que, como muchas de vosotras sabéis, he vuelto a trabajar. He cambiado y me he dado cuenta. Ahora soy mamá, como las mamás de los niños del cole de educación especial en el que trabajo. Y está lleno de niños y niñas que no van a crecer nunca. Que tiene 5 años y siguen llevando pañales, que usan chupete, que comen purés… y quién sabe hasta cuándo. Siempre he tenido cierta facilidad para la empatía, para ponerme en el lugar del otro, para escuchar y comprender cómo se sienten. Pero ahora me sobrepasa. Me emociona pensar en esas mamás y esos papás que de repente se dan cuenta (o un extraño les dice) un día, que su hij@ no está bien. Se me parte el alma. Y eso que sé que los niños son felices, que disfrutan, que expresan… pero se me sigue partiendo el alma.

Así que, mamás y papás del mundo, no deseéis que vuestros hijos no crezcan y que se queden bebés para siempre. Disfrutad de verlos cambiar, evolucionar hacia personas adultas e independientes, acompañadles y sed conscientes de la tremenda suerte que tenéis al poder ver crecer a vuestro hijo sano.