¿¿PEERDOONAAAA??: ANUNCIANDO EL EMBARAZO A LA SUEGRA

¡Qué bonito es anunciar buenas noticias! Todo son sonrisas y felicitaciones a nuestro alrededor, abrazos, incluso lágrimas… ¿o no?

¿Os ha pasado alguna vez que habéis anunciado algo importante para vosotros y el ambiente de pronto se ha tornado enrarecido, frío, congelado, y la tensión podía cortarse con un cuchillo? Pues eso nos ha pasado al anunciar el segundo embarazo a mis suegros. Y a alguna persona más de la familia, no os vayáis a creer.

Vaya por delante que mis suegros se portan bastante bien con nosotros y, sobre todo, adoran a Pichí. Aún así su visión particular sobre la vida, en este caso, con el momento de tener hijos, coincide bastante poco, mejor dicho, nada de nada con la nuestra. Pichí tiene casi 27 meses, yo tengo 30 años y no veo futuro estable en mi profesión tras 7 años trabajando. Por suerte, Alma de Papi tiene un trabajo fijo en el que le van subiendo el sueldo poco a poco cada año y nos permite vivir, sin grandes lujos, pero vivir, salir a cenar de vez en cuando, ir de vacaciones etc. Vamos, nos podemos dar con un canto en los dientes porque la mitad de mi generación sigue viviendo con sus padres. Bueno, pues mis suegros piensan que no puede uno tener hijos hasta que no gane 3000 euros cosa que para esta generación me temo que no va a pasar.

Así que cuando nosotros, ilusos e ilusionados, juntamos a mis cuñados con mis suegros (mis cuñados ya lo sabían porque se lo habíamos dicho un día antes) un silencio de este que te aplasta cubrió toda la habitación. Dejaron de establecer contacto ocular y yo sentía que el corazón se me iba a salir por la boca, qué mal rato. El momento fue cuando, Alma de Suegri rompió el silencio para decir: ¿PERO LO ESTABAIS BUSCANDO? ¿ES DESEADO?

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¿¿PEERDOONAAAA??

Dijimos que por supuesto. Aunque mi mente pensó : ¿Qué coño quieres que te responda a eso? ¿En serio te quedarías más tranquila si nos hubiésemos quedado embarazados sin querer, como si fuésemos adolescentes irresponsables?

Yo aluciné pepinillos, la verdad. Me frustra y me confunde no recibir ni si quiera un “felicidades” o un “¿y cómo lo estás llevando?”. Así es como reacciono yo cuando la gente me anuncia un embarazo, no sé, llamadme rara pero me parece lo normal. Y así estamos, preguntan poco, la verdad y nosotros hemos decidido no tocar el tema con ellos. A veces sus opiniones a mí me hacen bastante daño así que prefiero no saber lo que piensan.

Eso sí, ya he hablado con Alma de Papi que si hay un tercero no lo anunciaremos… dejaremos que lo vayan descubriendo según salga el barrigón jajaja. Ays, en fin… ¿cómo reaccionaron cuando anunciasteis vuestro embarazo? ¿Tuvisteis algún peerdoonaaaa como el nuestro?

MIS EMOCIONES EN EL POSTPARTO

Últimamente recuerdo mucho mi embarazo, mi parto y mi postparto, váyase usted a saber por qué. El caso es que, además, con un par de primas a las que le queda un suspiro para dar a luz una a su primera hija y otro a su segundo hijo recuerdo mis días en el hospital y los primeros días en casita. Recuerdo ver las fotos de esta prima que ya tiene un niño, en las semanas posteriores al nacimiento de su primer bebé y creí morir… ¡la pobre! ¡Qué cara, qué ojeras! Por no hablar de lo nerviosa que estaba todo el día, lo desbordada que estaba y lo bien que le vino volver al trabajo a las 16 semanitas de parir (palabras textuales suyas).

Es cierto que mi prima y yo somos muy distintas, que yo siempre he tenido claro que quería ser madre y ella es de las de “tener hijos porque toca” de lo que ya hablaré otro día. Y es que el embarazo es difícil, parir es difícil, el post parto es difícil y la crianza es difícil y si encima es algo que haces simplemente porque es lo que se espera de ti, apaga y vámonos.

Pero bueno, a lo que voy. A mí el post parto me daba bastante miedo. Reconozco que a partir de la semana 15 dejé de ver vídeos de partos y traté de no pensar pero la sombra de una depresión postparto me planeaba mucho la cabeza porque yo soy de tendencia tristona. Y me daba mucho miedo pensar en lo que dicen muchas mujeres que lo pasan que tú estás triste y nadie te entiende porque se supone que tienes que estar feliz, el agobiarme y perder la paciencia con el bebé, que la gente me presionase…

Es cierto que cuando pasas de tener “algo en la barriga” a ver a tu bebé ahí llorando, encima de ti, con sus manos, sus pies, su cara… es raro. Y es que es un cambio muy brusco. Ale, ahí tienes una persona que depende de ti las 24 horas del día, de golpe, sin libros de instrucciones. La primera noche yo no tenía ni sueño y eso que llevaba desde las 4 de la mañana que rompí aguas en danza. Estaba activada, bastante tranquila y contenta porque el parto se había dado bastante bien. Yo pensaba “madre mía cuando me llegue el bajón”.

Y llegó, pero llegó raro. La primera tarde en casa estuvimos acompañados de familia pero al día siguiente, recuerdo tener cogida a la niña en brazos, poner musiquita de fondo y bailar con ella y llorar… llorar como un grifo abierto de felicidad. Y así estuve varios días. Me la quedaba mirando embobada en la cuna, mamando o en brazos y era incapaz de controlar las lágrimas y como una presión en el pecho pero de felicidad eso sí. Nunca pensé que me pasaría eso.

Momentos de agobio también hubo, por supuesto. Y eso que fuimos previsores y dejamos comida congelada y contamos con las cocinitas de AlmadeSuegri y de mi Madrina. Pero a mí fue el tema lavadora el que me sobrepasó. Qué gritos le pegué al pobre Alma de Papi el tercer día o así de estar en casa: ¡que mira cuánta ropa, que se sale del cubo, que no se va a secar porque es noviembre! En fin…

Otra de las cosas que me sorprendió fue la cantidad de veces que se me repetía en mi cabeza el parto. Me tumbaba en la cama por la noche y revivía en mi cabeza las escenas claves, algo tipo estrés post-traumático pero en plan bien porque las emociones eran muy positivas. Me imagino que será normal y ahora pienso en todas las mujeres que guardan un mal recuerdo de sus partos lo duro que tiene que ser que se te repitan imágenes y sentimientos desagradables.

El maravilloso mundo del post-party jejeje. A mí me sorprendió y eso que como no tuve mayores complicaciones debió de ser bastante «light» aunque sí que da la sensación de que se nos va un poco la olla (como con el tema de las obsesiones en el embarazo, ¿recordáis?).

¡¡Contadme, contadme!! ¿Qué tal vuestras emociones en el post parto? ¿Notasteis que se os fuese mucho la olla?

LA SUEGRA, LA NUERA Y EL CAMBIADOR

Pues sí, por el título parece una novela corta, pero novela, oye, con su inicio, su nudo y su desenlace. Quién me iba a decir a mí que un cambiador iba a dar para tanto.

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Y es que, como supongo que habréis adivinado en esta historia, la nuera soy yo, claro. Una muchacha de 30 añitos recién cumplidos, que no se mete con nadie, a la que le gusta vivir y dejar vivir (Hakuna Matata total) y que oye, para algunas cosas puedo ser tímida/ paradita o lo que quieras pero en esto de la maternidad me considero espabiladilla o, al menos, tengo claras mis ideas, las aplico y creo que no se me da mal.

Y luego está la suegra de la historia. Alma de Suegri, más conocida por aquí. Que conste que yo sé que nos quiere mucho y que quiere lo mejor para nosotros, pero, como en todo, hay formas y formas. El pequeño defectillo que tiene es que lo que ella piensa va a misa e insiste, e insiste, e insiste, e insiste (¿he dicho que insiste?) hasta que haces lo que ella quiere o le dices que alguien más ducho en la materia que tú (la nuera, o el hijo, que no sabéis nada de nada) te ha dado la razón (el médico en cuestiones de salud, la profesora en cuestiones de colegio o el Papa Santo de Roma en cuestiones de religión, por poner ejemplos).  Y entonces ahí dice su gran frase: “ah, entonces si os han dicho eso, me callo”. Ya, ya.

Lo malo es cuando se trata de diferencias de opinión, de estilos de crianza o de costumbre o rutinas sin más, que claro, ahí cada uno hace lo que le es más cómodo, o lo que le ha visto hacer a otros y, sobre todo, lo que le funciona.

Ejemplo práctico: aquí entra en juego el cambiador. El típico cambiador de plastiquete que llevamos todos en el bolso del carrito del crío para no ponerle directamente sobre cualquier superficie extraña y, en caso de que se eche un pisete éste no lo empape todo.

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Manneken Pis

A mí me parecía de cajón poner a Pichí sobre el plástico interior del cambiador. Es plástico así que en caso de que haya alguna fuga no cala nada y se limpia con una toallita. A efectos prácticos se nos dio el caso una vez (Pichí es más de mearse cuando la vas a meter en el agua limpia de la bañera, así, desde arriba en plan Mannenken Pis) en primera persona y otra vez con una amiga que tenía el mismo cambiador que nosotros, que puso a su hijo sobre la parte del plástico, el niño se hizo pis, se limpió con la toallita y aquí pis y después gloria.

Aysss y aquí entra la suegra. Que qué haces poniendo ahí a la criatura, que eso es plástico y está helado, que pobrecita, que qué horror, que se le van a helar los riñones, que qué desagradable, que eso se pone al revés… yo, con un hilo de voz le digo que no, que se pone del lado del plástico porque si no la tela absorbería todo el pis y no tenía sentido…

Y así llevamos casi 17 meses. Nosotros usándolo por el lado del plástico y la abuelita de la criatura poniéndolo al revés y echándonos una mega charla cada vez que nos ve poner a la niña sobre el frío y helador plástico (porque una cuando cree que tiene razón va hasta el final con todas las consecuencias). Y tampoco hay ningún médico/profesor/santo apóstol que pueda darnos solución a este problema.

Después de la novela de la nuera, la suegra y el cambiador… ¿cómo usáis vosotros este instrumento del demonio? (Posicionamientos aparte, ¿ eh??? 🙂 )

 

 

EL SUEÑO DIURNO ME QUITA EL SUEÑO

Ayer estallé.

Los que nos conocéis sabéis que Pichí es una niña todo terreno de 14 meses que se adapta a todo (incluidos los descontroles navideños) come fenomenal y duerme casi casi como una bendita. DURANTE LA NOCHE, claro.

El dormir que me quita el sueño es el diurno. Esas siestecitas que según la sabiduría popular todo bebé ha de echarse. Las leyendas cuentan que “casi una horita por la mañana y como mínimo otra horita por la tarde, después de comer”. Algunos apuran y añaden que “un ratito a media tarde para que cenen de buen humor”. Pues, señoras, señores, Pichí no ha incluido esa información en su “tarjeta de memoria del bebé” y se lo salta a la torera.

He de reconocer que no siempre fue así. Miento. Prácticamente siempre ha sido así pero hubo un par de semanas, cuando cumplió el año más o menos que nos hizo creer (la muy petarda) que tenía horarios que se repetirían durante el día, día tras día, como un bebé normal. Se despertaba a las 9:30, a las 11:30-12:00 se dormía media horita y luego sobre las 16:15 se echaba entre hora y media y dos horas de siesta. A las 11 en la cama y hasta el día siguiente (con un par de despertares). Yo respiraba tranquila, abría mis plumas de mamá-pavo real orgullosa de tener un bebé normal, con sus horarios, su siesta de por la mañana y de después de comer. ¿He dicho que duró un par de semanas? Sí, dos semanas.

La dura realidad es que aunque tenga muuucho sueño le cuesta dormir durante el día. Yo dejo que juegue, hacemos cosas y cuando veo que se empieza a tropezar y que ya no puede más intento dormirla en la teta. A veces no es suficiente. Pues al carro. Y más de la mitad de las veces no funciona y tengo que volver a llevarla al salón, a que se vuelva a tropezar (ojo que no es que le vaya poniendo cosas por medio es que la pobre con sueño se vuelve muy torpe), se pone a llorar y yo rezo porque con eso de la llantina, la pobre mía se haya cansado un poquito más y se pueda dormir. Entre todo esto puede pasar una hora, hora y media perfectamente.

Y digo que ayer estallé porque sin tener nada que hacer pues no pasa nada, soy la reina de la paciencia. Pero a las 12:30 tengo a Alma de Suegri en casa, la casa tiene que estar mínimamente presentable y yo tengo que prepararme para salir a trabajar. Y claro, me frustro. Porque veo pasar los minutos y las horas y la niña no se duerme, se tropieza, se cae, se pilla los dedos, llora y yo voy con un ojo pintado y el otro no y quedan todos los cacharros por fregar. O peor, parece que se va a dormir, empiezo a planificar lo que voy a hacer en ese rato y al final no se duerme. Y mi gozo en un pozo. Y ayer le eché una bronca tremenda por coger la escobilla del váter que le había dicho diez veces que no cogiese y la había apartado y había tratado de ignorarla etc etc y al final lo que me salió fue un berrido que me sorprendió hasta a mí. Y me sentí fatal por descargar mi estrés en Pichí. Al final nos pusimos a llorar las dos (ella del susto y yo de la impotencia), le pedí mil perdones y cambié la escobilla de la discordia de sitio. Se me podría haber ocurrido antes pero estaba bloqueada. A veces pasa, ¿no?

¿Qué tal el sueño diurno de vuestros peques? ¿Son de siestas de esas de libro?