Ayer estallé.
Los que nos conocéis sabéis que Pichí es una niña todo terreno de 14 meses que se adapta a todo (incluidos los descontroles navideños) come fenomenal y duerme casi casi como una bendita. DURANTE LA NOCHE, claro.
El dormir que me quita el sueño es el diurno. Esas siestecitas que según la sabiduría popular todo bebé ha de echarse. Las leyendas cuentan que “casi una horita por la mañana y como mínimo otra horita por la tarde, después de comer”. Algunos apuran y añaden que “un ratito a media tarde para que cenen de buen humor”. Pues, señoras, señores, Pichí no ha incluido esa información en su “tarjeta de memoria del bebé” y se lo salta a la torera.
He de reconocer que no siempre fue así. Miento. Prácticamente siempre ha sido así pero hubo un par de semanas, cuando cumplió el año más o menos que nos hizo creer (la muy petarda) que tenía horarios que se repetirían durante el día, día tras día, como un bebé normal. Se despertaba a las 9:30, a las 11:30-12:00 se dormía media horita y luego sobre las 16:15 se echaba entre hora y media y dos horas de siesta. A las 11 en la cama y hasta el día siguiente (con un par de despertares). Yo respiraba tranquila, abría mis plumas de mamá-pavo real orgullosa de tener un bebé normal, con sus horarios, su siesta de por la mañana y de después de comer. ¿He dicho que duró un par de semanas? Sí, dos semanas.
La dura realidad es que aunque tenga muuucho sueño le cuesta dormir durante el día. Yo dejo que juegue, hacemos cosas y cuando veo que se empieza a tropezar y que ya no puede más intento dormirla en la teta. A veces no es suficiente. Pues al carro. Y más de la mitad de las veces no funciona y tengo que volver a llevarla al salón, a que se vuelva a tropezar (ojo que no es que le vaya poniendo cosas por medio es que la pobre con sueño se vuelve muy torpe), se pone a llorar y yo rezo porque con eso de la llantina, la pobre mía se haya cansado un poquito más y se pueda dormir. Entre todo esto puede pasar una hora, hora y media perfectamente.
Y digo que ayer estallé porque sin tener nada que hacer pues no pasa nada, soy la reina de la paciencia. Pero a las 12:30 tengo a Alma de Suegri en casa, la casa tiene que estar mínimamente presentable y yo tengo que prepararme para salir a trabajar. Y claro, me frustro. Porque veo pasar los minutos y las horas y la niña no se duerme, se tropieza, se cae, se pilla los dedos, llora y yo voy con un ojo pintado y el otro no y quedan todos los cacharros por fregar. O peor, parece que se va a dormir, empiezo a planificar lo que voy a hacer en ese rato y al final no se duerme. Y mi gozo en un pozo. Y ayer le eché una bronca tremenda por coger la escobilla del váter que le había dicho diez veces que no cogiese y la había apartado y había tratado de ignorarla etc etc y al final lo que me salió fue un berrido que me sorprendió hasta a mí. Y me sentí fatal por descargar mi estrés en Pichí. Al final nos pusimos a llorar las dos (ella del susto y yo de la impotencia), le pedí mil perdones y cambié la escobilla de la discordia de sitio. Se me podría haber ocurrido antes pero estaba bloqueada. A veces pasa, ¿no?
¿Qué tal el sueño diurno de vuestros peques? ¿Son de siestas de esas de libro?