¡Ay, mi pobre bebé que se me ha puesto malita por primera vez!
El lunes por la noche, a la hora de la cena me dijo Alma de Papi que le parecía que Pichí estaba estornudando mucho. Y oye, fue decirlo y la pobre niña empezar a estornudar como si no hubiera un mañana. Y de repente, ¡apareció la velilla! Ahí ya empezamos a sospechar que se nos estaba poniendo malita (Sherlock Holmes a nuestro lado…un aficionado jajaja).
La noche fue de traca. No podía respirar por la nariz y aparte debía de tener flemas así que se despertaba cada vez que la echábamos en la cuna. Cuando la pasábamos a la cama, tampoco cogía el sueño. Así que paciencia, a mecerla en el carrito a intentar cambiarla a la cuna, o a la cama y así hasta que amaneció jeje.
El día lo pasó súper llorona, sólo quería estar en bracitos y nada la entretenía. Durmió bastantes siestas a lo largo del día, todas encima de mí y cortas porque no respiraba bien y lo malo es que se despertaba llorando y ronca, me imagino que le dolería todo el cuerpo. Así que nos fuimos a la pediatra (oh, sorpresa, otra pediatra nueva) y nos dijo que tenía faringitis posiblemente de los cambios de temperatura estos del verano, los aires acondicionados etc. Que si la veíamos muy quejicosa le diésemos paracetamol cada 6 u 8 horas durante 48 horas (eso me dio esperanzas, supuse que en dos días estaría mejor).
Y así ha sido. La siguiente noche fue toledana también, pero luego ya el día fue bastante mejor. Con el paracetamol y los lavados nasales (pegándole un buen chiflotazo con el suero fisiológico en cada agujerillo de la nariz) hemos vencido el catarrillo. Lo mejor es que no le llegó a subir la fiebre, no le ha dado otitis y comió fenomenal todos los días.
¡¡Primer catarrillo superado!!
¿Y vosotros? ¿Qué tal las primeras enfermedades de vuestros nenes? ¿También se resfrían en verano?